Vamos a
ver, tú en invierno te comes una ensalada y es que pasa algo. O es que estás a
dieta porque ya no te caben ni los abrigos, y las papada no te la disimulan ni
las bufandas, o es que has ligado, estás en plan coquetón y quieres tener buena
facha, o te lo ha mandado el médico porque el colesterol se te sale de la
tabla, o porque estás en un restaurante caro y es lo más barato, o porque te
has echado una novia vegana, la quieres mucho y los bocadillos de chorizo te
los comes a escondidas, o porque estás en un restaurante ruso y entre el vodka
y que la carta está en cirílico, la has acabado pidiendo por equivocación. Pero
ves, llega el buen tiempo y la ensalada ya es otra cosa. Aunque parezca raro,
hasta apetece. Y no porque estés enfermo, sacrificándote o castigado, no.
Apetece así de por natural. Y de repente piensas en el tomate con una cierta
lujuria, y la lechuga no te parece comida de hámster o de cabras, sino algo
apetecible. Y no te cuento ya si te imaginas la ensalada con su cebollita, su
aceitillo rico, su vinagre de Jerez, con atún o con unas gambitas. El ser
humano es muy raro y no voy a ser yo el que pretenda entenderlo, pero atento a
las demandas de mis lectores os traigo hoy unas recetas de ensaladas variadas y
ricas, por si os da por ahí.
En plan capas de tomate y aguacate y rematada con rico queso emmental. Se hace enseguida y queda chula. El aguacate es lo mejor que le puede pasar a un tomate. Si se lo va a comer alguien, porque igual él prefería un indulto.

Yo sé que esta crucífera (toma poderío botánico) tiene tantos fans como detractores. Que si huele, que si lios. A mí la coliflor me envicia bastante. Y así preparada en forma de ensalada es de lo más refrescante y veraniega.
Una forma interesante de comer cogollos de lechuga, que son siempre un poco tristes. Aquí con nuestro toquecillo de rico salmorejo y un poquito de huevo duro y bacon crujiente por encima, se nos van a convertir en un plato de lo más apetecible.
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