La cebolla caramelizada me
trae muchos recuerdos infantiles. Bueno, la cebolla caramelizada y la sin
caramelizar, porque de pequeño lo mío con la cebolla era una obsesión. Era
ponerme delante una rica ensalada y allí iba yo, ciego por la obcecación y pasando
de otros manjares, a por las deliciosas tiras de cebolla cruda, cubiertas de
aceite y sal. Sólo las rodajillas de huevo duro me hacían dudar un poco, que un
huevo cocido es siempre tentador, pero como le ponían poco y se acababa
enseguida, no había problema. Volvía raudo a zamparme la cebolla, pasando de
lechugas, tomates, esparraguillos y demás. De ser por mí, en aquella época
hubiera desayunado cebolla, comido cebolla y cenado cebolla. Incluso llegué a
plantearme que el pan con chocolate de la merienda, podía ganar mucho con una
rodajitas de cebolla por en medio. Por lo visto esta afición infantil mía, les
resultaba un poco chocante a mis padres. Es más, yo creo que les avergonzaba un
poco. De hecho, mi madre intentaba disimular mi adicción cebollil poniéndome
mucha colonia cada vez que venían las visitas. Que luego las señoras me besaban
y le decían cosas en plan: “qué niño más mono, es para comérselo”. Y añadían en
plan víbora: “aunque si te lo comes, igual luego repite”. Y ellas se reían
mucho, y mi madre se ponía colorada, me echaba medio litro más de colonia y me
mandaba a jugar, oliendo a cebolla marinada en Lavanda Inglesa de Gal. Qué rara
esa manía de la gente con que la cebolla huele mal. Aunque también es verdad
que, de hecho, casi ninguna colonia lleva cebolla entre sus componentes. Rosas,
jazmín, clavel, pachulí y esas cosas sí, pero cebolla no. Igual es por algo. De
todas formas debían ser cosas de mayores, porque desde luego yo tenía una
intensa vida social y un montón de amigos, que pensaban que olía
estupendamente. El hijo del pescadero, la niña que vivía junto a la fábrica de
curtido de pieles, el nieto del de la tienda de quesos. Hasta una novia tenía.
Ahí, con ocho años, hecho un tío. Se llamaba Lucrecia, era morenita y un poco
pálida pero muy guapa, y en invierno, cuando hacía frío, jugábamos a darnos
besos sentados calentitos en uno de los ataúdes de la funeraria de su padre.
Y en el vídeo, y sin más dilación, el truco para conseguir una cebolla caramelizada de forma fácil, rápida y sin azúcar.
1 comentario:
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